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Érase una vez cuando todas las tierras estuvieron plagadas de un persistente dolor. Tan extendida estaba esta aflicción que una de cada cuatro personas la tenía. El dolor duraba más de tres meses. Ensombrecía sus vidas cotidianas, les limitaba las actividades cotidianas, y todo lo que intentaron resultó inútil.

¡Oye dolor! ¡Vete ya! Todo hemos intentado, ¡pero tú no te vas! Movernos menos, tomar pastillas; cortes y agujas y el dolor no se va; no aguantamos más. ¡Basta!

Pero el dolor sigue, como leal compañero. La esperanza de la gente se esfumó y se resignaron a vivir con ese dolor. ¡Solo que ahora el dolor era un monstruo!

Entonces llegó un grupo de investigadores, entre los que me incluyo. ¡Aléjate, grandulón! Soy el profesor Lorimer Moseley, soy científico del dolor. Los científicos del dolor han tenido que cambiar totalmente su forma de entender cómo funciona el dolor. La evidencia muestra que incluso si piensa en el dolor, puede cambiar su forma de sentirlo.

Durante los próximos minutos, descubriremos cómo domar la bestia del dolor.

Todo el dolor es producido por el cerebro, ya sea un dolor punzante en la piel o un dolor profundo en las articulaciones. Es una respuesta de protección, una alarma de seguridad del cuerpo.

Cuando se detecta una amenaza, el sistema nervioso envía señales al cerebro, que luego evalúa la situación y decide si debe generar dolor para protegernos.

El problema es que a veces el sistema se vuelve demasiado sensible. Después de una lesión, el sistema nervioso puede quedar atrapado en un estado de alerta permanente. Esto significa que incluso señales inofensivas pueden activar el dolor.

Es como si la alarma de incendios de la casa se disparara cada vez que enciendes una vela.

Pero hay buenas noticias: Podemos reentrenar nuestro sistema nervioso para reducir la sensibilidad al dolor.

Y esto es lo que la ciencia ha demostrado: El movimiento gradual y controlado puede ayudar a recalibrar el sistema. Comprender cómo funciona el dolor y cambiar nuestra percepción sobre él también puede reducir su impacto.

Es un proceso, pero muchas personas han logrado domar la bestia del dolor.

Así que recuerda: El dolor es real, pero también es modificable. Con la información y estrategias adecuadas, podemos recuperar el control.